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"EL ENIGMA DE ANA"

María Teresa Álvarez fue la primera mujer cronista deportiva en la radio asturiana y la primera presentadora del programa regional de TVE en Asturias. Trabajó en el diario “El Comercio” y colaboró con “La Voz de Asturias” y en las emisoras de RNE en Oviedo y Radio Popular de Avilés. En 1987 se traslada a Madrid para desempeñar el cargo de la Subdirección de Cultura y Sociedad de los Telediarios de TVE. Un año más tarde dejará la información diaria para pasar a realizar documentales histórico-divulgativos. En esta línea dirigió; “Viaje en el tiempo”, once capítulos dedicados a desvelar los enigmas e incógnitas del descubridor de América, Cristóbal Colón. “La pequeña española; Viena 1791- 1991” programa destinado a recrear la vinculación del compositor Wolfgang Amadeo Mozart, con España. “Sefarad; la tierra más bella”, tres capítulos sobre el pasado y el presente de los judíos sefarditas, con motivo de cumplirse los quinientos años de su expulsión. “Mujeres en la Historia”, serie que ha conseguido un importante reconocimiento en ambientes universitarios.








Este mar que ves, es un traidor...


















Trabajando en mi Blog, para comunicarme con vosotros.

Gracias.




María Teresa Álvarez, presenta su libro en Madrid:

"Madre Sacramento"







Cuca Alonso

Grandes de la semana grande “La Nueva España”

María Teresa Álvarez / Periodista y escritora

María Teresa Álvarez, condesa de Latores.

«No tuve príncipe azul, los míos eran de otros colores; me gustaban

los chicos un poco raros, difíciles, incluso que no me hicieran caso
»

«Soy del Sporting, preparada para sufrir»

María Teresa Álvarez, condesa de Latores, figura en la colección de

asturianas ilustres, debido, más que por el título de nobleza que ostenta por matrimonio, a sus méritos profesionales. En el periodismo ha trabajado

brillantemente en todas las especialidades, realizando programas

estelares en televisión. Hoy, dedicada a la literatura, sus títulos publicados

se encadenan en el éxito.

–Por favor, defínase.

–Soy una asturiana de Candás, encantada de haber nacido mujer.

Siempre he sido del Sporting, por tanto, estoy preparada para sufrir, aunque creo que este año las cosas

serán más livianas. De cualquier modo, yo voy a seguir ahí.

–De pequeña, ¿soñó alguna vezcon ser condesa?

–No, nunca jamás, aunque una vez, hace tiempo, en televisión alguien

me llamó condesa de Candás. No, yo soñé con ser sirena o un hada

maravillosa...

–Siguiendo con los sueños, ¿cómoera su príncipe azul?

–No tuve, mis príncipes eran de otros colores; de encontrar uno azul

lo hubiera cazado inmediatamente.

Me gustaban los chicos un poco raros, difíciles, incluso que no me hicieran caso; me atraen los retos.

–¿Recuerda quién le dio el primerbeso de amor?

–Sí, pero no lo digo. Sólo lo sabemos él y yo.

–Referente a sí misma, ¿de qué se siente más orgullosa, tanto en el aspecto físico como en el intelectual?

–Orgullosa, de nada, en ningún sentido. Sí me considero tenaz y

trabajadora. Y sé luchar por lo que quiero. En realidad, no me gusto,

pero me quiero y me acepto. Quizá valoro lo que se puede expresar con

los ojos, en mí y en las personas.

–¿Qué es lo más importante que ha aprendido de Sabino Fernández

Campo?

–El sentido del humor. Y a ponerle al mal tiempo buena cara, y

pensar las cosas dos, tres o cuatro veces, las que haga falta.

–Si usted no fuera quien es, ¿seguiría siendo monárquica?

–¿Y quién le ha dicho que lo soy?

–Todos tenemos un ayer dorado, ¿cuál es el suyo?

–El mío es un futuro. Un futuro esperanzador.

–Ha triunfado en televisión, ¿tuvo que abrirse paso a codazos

entre los hombres?

–No, pero si analizo las situaciones vividas, sé que tuve que ponerme

firme alguna vez, sobre todo en los últimos tiempos.

–¿De sus «Mujeres en la historia con cuál se quedaría?

–Con un poco de cada una, pero... María Pacheco, la Comunera

de Castilla, me encanta por su valore idealismo.

–¿Y quién de ellas cree que iba a encajar mejor en el siglo XXI?

–Teresa Cabarrús, también llamada Madame Tallien, que murió

siendo princesa de Chimay. Se casó tres o cuatro veces. Era muy lista

y bastante pendón; supo rentabilizar muy bien su belleza.

–¿Cómo es su nivel de bable?

–Malo, quitándome algunas cosas de Candás, poco. Si digo que

estuve comiendo «unes aleznes», ¿sabe qué son? Oricios. Me hubiera

gustado recoger el léxico de mi pueblo, pero tendría que vivir ahí...

–¿Cuando siente necesidad de deslumbrar, qué plumas despliega?

–Casi nunca la tengo, pero, si acaso, creo que utilizaría una mirada.

–¿De qué se viste?

–Muy de sport, me gusta la ropa joven, pero no estoy pendiente de la

moda. Ni tengo tiempo para ver escaparates ni poseo un estilo propio.

Simplemente, me visto.

–¿Y qué se operaría?

–Nada. ¡Qué pánico, verme en el espejo! Eso es tiempo y dinero perdido.

Por mucho que te operes loque se trasluce es el interior de la

persona; la luz de la mirada, las ilusiones por hacer cosas no se consiguen

en el quirófano.

–Si tuviera una vara mágica...

–Soy egoísta, le pediría lo mejor para todos mis seres queridos. Como

Voluntaria de Cáritas, donde trabajo dos días a la semana, también

facilitaría paz, orden y bienestar para toda esta gente. Soy católica y

doy l a respuesta que debo, pero la recompensa es maravillosa, me siento feliz.

–¿Su última obra, casi apunto?

–Es una novela, «El enigma de Ana», y de subtítulo: «Un amor

más allá de la muerte. Un texto y una antigua partitura cambiaron definitivamente su vida». En noviembre tiene que estar en la calle.

–¿Qué significan para usted las fiestas de Begoña?

–Recuerdos entrañables. Gijónes muy importante para mí, decíamos

que era un barrio de Candás.

De jovencita mis rumbos eran hacia Gijón, a El Jardín, a la playa de

La Ñora... Y en mi faceta mística, hacia la Casa de Ejercicios de El

Bibio.




«Me atrae mirar el Duero porque soy castellana como él. Anhelo noticias de mi tierra y me consuela estar cerca de este largo y caudaloso río, porque en el fondo aliento la esperanza de que algún día sea portador de buenas nuevas. A menudo, cuando la melancolía da paso al desánimo, tengo el presentimiento de que mi vida puede guardar similitud con la suya y que el final de mi trayecto, como el de él, se producirá en esta hermosa y acogedora ciudad portuguesa. La verdad es que no me importaría mucho, aunque tal vez mi familia solucione esta situación y pueda un día regresar. Sin embargo, el nieto de los Reyes Católicos, el nieto de doña Isabel y de don Fernando, es demasiado orgulloso y no creo que nadie consiga nunca hacerle dominar el odio que siente por mí.»




Covadonga. Cuna de la Reconquista.




Al final del verano cuando se acercan las fiestas del Santísimo Cristo de Candás siempre escribo un recuerdo, una vivencia de mi querido pueblo. Hoy para inaugura mi blog quiero compartir con quienes os acerquéis a él esta añoranza.

Cuando Candás huele a Cenoyo

Existen pueblos, villas y ciudades que podríamos calificar de pensantes, románticas y melancólicas, según el sentimiento que despierten en nosotros.

Es posible que motivada por el personaje femenino de la novela que estoy escribiendo, especialmente sensible a los olores, al pensar en escribir mi breve colaboración para el portfolio de las fiestas del Santísimo Cristo, me he dado cuenta -y por ello me atrevo a afirmar- que también existe otro calificativo, el de olorosas.

Candás es oloroso. Dependiendo de la época del año huele de determinada forma, pero siempre con ese aroma de fondo que sube de la ribera y que, para los nacidos al lado del mar, tiene unas connotaciones especiales.

El Cantábrico que baña nuestro pueblo no huele lo mismo en el muelle, que en la playa de Palmera o en Rebolleres, eso lo sabemos muy bien los candasinos.

Desconozco si los olores poseen mayor poder de evocación, que la imagen o el sonido. Pero doy fe de que hoy, el recuerdo de uno de los olores característicos de Candás me ha devuelto a la época en la que yo disfrutaba con la percepción de ese aroma inconfundible.

Unida a esa sensación placentera que me produce recrearme en el olor dulzón y penetrante del Cenoyo, aparecen en mi retina las imágenes de las calles de mi querido pueblo cubiertas de esta riquísima planta, con algunos pétalos de rosas, protegidos, como si de una severa guardiana se tratara, por la dura e imperturbable espadaña.

Todo esto que estoy recordando se produce en la mañana del Corpus Christi, en la que los candasinos creyentes acompañan en procesión al Santísimo Sacramento bajo palio y, como homenaje, como muestra de cariño, como gesto acogedor de generosidad y amor, levantan pequeños altares en los que se coloca la custodia durante unos minutos, los justos, para que los candasinos entonen cantos a Jesús Sacramentado.

Hace años, bastantes años, que no paso el día de Corpus en Candás y la verdad era que no sabía si mi pueblo seguía oliendo a Cenoyo en esa jornada. Con alegría me entero que sí, y por ello felicito a todos los que hacen posible que esta tradición se siga conservando.

Hasta hace unos días nunca se me ocurrió pensar cual sería en castellano el nombre del que nosotros conocemos como Cenoyo. Con cierta sorpresa compruebo que es el hinojo, una planta considerada mágica en la antigüedad, que posee propiedades medicinales y que también es utilizada en gastronomía.

Hinojo significa, así mismo, rodilla, de ahí que de hinojos, sea de rodillas. Por lo tanto en asturiano “de zeñoyos”, significa lo mismo, de rodillas.

La verdad es que según estas acepciones el Cenoyo resulta perfecto para ponerlo en las calles, que acogen a los altares, a modo de alfombras maravillosas.

Confieso que el Cenoyo siempre me resultó estimulante. No sólo disfrutaba con su sugerente aroma sino que le atribuía unas connotaciones espirituales, motivadas, sin duda por la utilidad que se le da en Candás.

Ha sido muy hermoso para mí rememorar esta vivencia, porque de niña pensaba que aquel tenía que ser el olor del cielo y puede que lo siga pensando.

María Teresa Álvarez